Múltiples formas de morir sin quedar muerto.

(Poema leído en Voces del Extremo. Poesía anti-disturbios. Logroño 20 de marzo 2015)

Yo nunca ha sentido el grave dolor
de la violencia extrema,
no he pasado hambre ni sed,
jamás he sufrido persecución
ni me han detenido
encarcelado, esposado,
golpeado en la celda,
o zarandeado en la calle.

Nunca me han amordazado,
torturado, lanzado al mar desde un avión
preso de pies y manos
agonizando de agua, sal y tiburones.

Jamás han tenido que leerme mis derechos,
ni he sentido la mano fría de la justicia
sobre mi cabeza, su peso en mi espalda;
siquiera me han parado en la calle
para pedir mis documentos,
tampoco me han perseguido o excluido
por el color de mi piel, mi ropa,
mis ideales, mi religión (que no tengo,
que no necesito), por mi forma de hablar,
por mi sexo o mi inclinación sexual.

Nunca me han lanzado al rostro
ácido corrosivo,
ni han mutilado mis genitales,
no me han quemado en la hoguera,
ahorcado, decapitado, fusilado,
arrancado las uñas, sacado los ojos,
cortada la lengua;
no me han dejado desangrar
en habitaciones oscuras y secretas
de las fuerzas de seguridad
de cualquier país inseguro.

No he sido víctima de sobornos,
desahuciado de mi casa y de mi vida,
jamás me quitaron a mis hijos
ni me arrancaron de los brazos de mi mujer,
no señalaron mi puerta o mis ventanas
con el signo de la represión y el odio
más atroz de los hombres.

Nadie me golpeó en mi casa
gritando que me amaba,
ni me impidieron ir al colegio
o taparon mi rostro y mi cuerpo
con el largo vestido de la vergüenza.

Nunca me ataron a un poste
y me azotaron;
ni me han violado, ni me han llamado
puta, negro, maricón, judío o moro
en cualquier esquina de la ciudad;
no me han negado asistencia médica,
ni me han dejado morir en la calle
solo y sin ninguna mirada piadosa
que llevarme a la tumba
(si es tumba el fuego o el olvido).

Yo nunca he sentido la afilada
hoja del cuchillo atravesar mi carne,
romper mis huesos,
derramar mi sangre,
cercenar mi vieja estancia
en este mundo inhóspito.

Jamás me han apuntado
con un revolver en las sienes,
presentir el fuego de la bala,
su incendiado dolor de muerte
antes del letal disparo.

Y a pesar de todo esto,
de ser un hombre
increíblemente afortunado
o quizás un cobarde que huye
de todo lo que hiere o mata;
a pesar de ello,
tengo cicatrices inverosímiles
en cada centímetro de mi piel,
hogueras de hielo
en mis larvadas pesadillas,
un río de amargura y pesadumbre
recorre en cada latido
todas las cavidades de mi corazón,
todas las sílabas de lo que escribo.

Comentarios

  1. Poema de Poemas.Mi saludo con infinito respeto.

    ResponderEliminar
  2. Gracias amiga Miriam. Es un poema lleno de amargura y dolor, pero era necesario escribirlo... el mundo, ahora más que nunca, necesita de la palabra de la poesía para poder cambiar... Un abrazo

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

In-Credo

Estoy cansado

Matemáticas puras