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Metamorfosis

¿Me querrías igual si yo fuera caracol vencejo escarabajo musgo en la roca Me amarías lo mismo si estuviera húmedo pez en el agua lava en el volcán? ¿Querrías saber de mí si tuviera garras pezuñas escamas o seis patas antenas y ojos de mosca? ¿Tu amor sería el mismo si fuera hormiga en tu pierna araña en tu pelo alacrán que busca tu sangre para envenenarla? ¿Me abrazarías del mismo modo si como un virus de gripe te invadiera si mi atronado rugir no te dejase escuchar el latido de tu corazón? ¿Me buscarías entonces si carnívoro tu carne devorase lobo hiena puma cazador te alcanzara la yugular y la vida te llevase a mi cueva o refugio y allí diera cuenta de tus huesos y de tu alma? ¿De verdad me amarás igual si un huracán que derriba tu casa y tus sueños que se lleva los tejados y las flores yo fuera siempre y en todo lugar? ¿Cierto que seguirías queriéndome si como tormenta de verano deshago la playa de su espuma y trastoco tus días y tus noches co

Huesos

Los huesos no desaparecen fácilmente, todos los muertos dejan su osamenta como prueba de que existieron, de que fueron cuerpo y sangre, historia viva algún día. En las fosas comunes es común el restañar de huesos y desmemoria, allí habitan inmóviles los secretos, el dolor de los fusilados, de los asesinatos en masa, de las balas oxidadas en su alojamiento de cráneos, costillas, clavículas, caderas, el vacío de los vientres. Las manos atadas, la voz atada, la muerte insaciable que deja tierra, polvo y barro en el lugar de la carne, las arterias, los corazones. Pero los huesos no, los huesos permanecen, subsisten a pesar del tiempo y el olvido. El calcio omnipresente de los huesos los señalan, su postura apacible y su silencio los delatan.

The only living boy in New York

Todos los vuelos llegan a alguna parte y nada se queda en el camino Pero yo estaré aquí sin duda esperando una carta una llamada otro avión que aterriza y no estás Soy el único que vive aquí sólo en esta ciudad que pudiera ser New York París Lisboa tal vez Badajoz Todos los vuelos te alejan todas las ciudades entonces se extinguen Pero yo estaré aquí Recuerda la canción

Trayecto 18

 Equilibrista que sobre la cuerda tensa duda, calcula de nuevo, demora el paso siguiente y afronta su desprestigio en la medida indecisa de su pértiga. Así, prendido del miedo, anda este recuerdo de gestos imprecisos y palabras nunca pronunciadas. Si alcanzo el paso siguiente habré llegado a dónde habita el olvido, si me quedo inmóvil, en la suave postura del vértigo, en la duda continua de haber podido ser lo que nunca fui, de suceder lo que nunca sucedió, de vivir lo nunca vivido, no habrá renuncia donde ocultarme ni pábulo que me sostenga. Sigo, por tanto, en equilibrio, me aposto sobre la cuerda floja, no avanzo, no quiero ceder al hábito de esta incertidumbre, de esta manera inexacta de resistir a pesar del tiempo y sus cicatrices, a pesar de todo lo que está perdido de antemano.

Licencia para matar

Prueba a escribir un poema, es un veneno dulce, doloroso, pero dulce. Acabará contigo, no te quepa duda. Y no dejará rastro de sangre, ni huellas olvidadas; ningún resquicio del crimen que pueda inculparte. Prueba luego a seguir escribiendo otros poemas. No es fácil, requiere tiempo y mesura, dedicación y certeza en las palabras. Pero ya no podrás detenerte, nada ni nadie impedirá este delito. Los muertos por la poesía tienen licencia para matar.

Distancia

Veo tu espalda, caminas delante de mi, por dónde la senda se estrecha, se enreda entre los arbustos, se curva, y por un instante pierdo tu rastro. Sólo tu sombra se percibe huidiza, fugaz, colérica. ¿Cuándo abandoné tu compañía? ¿en qué momento dejaste de caminar a mi lado? ¿por qué motivo sucedió esta distancia que crece y nos aparta? Te persigo, no te alcanzo, me agoto de buscar tus pasos, de llamarte mientras sigues caminando en esta lejanía de tiempo y soledad que no ceja, que nos abunda y nos separa ineludiblemente.

Horas prestadas

Hay vestigios que imploran historias, relatos antiguos que cuentan falsedades y poemas nuevos, sordos, ciegos de presencia, en los que escribimos sin piedad todas las dudas que nos sostienen. Hay puertas que nunca se abren y latitudes que jamas avistaremos; la senda es la única certeza que nos ampara, la luz el único equipaje posible. No hay deudas en la palabra ni respuestas en el silencio de todas las horas prestadas.

Conformidad

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Ya no espero nada de la vida ni deseo más de lo que me ha dado La luz en las ventanas el barro sacrílego de la lluvia la mirada cúspide de los niños su voraz inocencia las manos que se buscan el aire purísimo del bosque sus deshilachadas sombras Ya no pido nada más a la vida ni busco en sus bondades más respuestas ni ofrendas Me bastan los pasos que dí la medida de los años perdidos su compañía sin descanso la voz y el grito del poema una palabra sola el vocablo timbrado de su sonido cuando se nombra amor ternura adiós melancolía soledad también ira olvido lujuria Ya no imploro nada más a la vida de lo que ya me ha dado las certeras razones de ser las presencias requeridas la orfandad de las cosas inhabitadas la ceguera de los transeúntes la velocidad de los pájaros el paisaje descubierto un día que nunca acaba Pero no le abasteceré más del dolor o la incertidumbre de las renuncias en jaque el tiempo desprovisto la edad truncada la sol

Autopsia

Abrirlo, escalpelo en mano, con la finura de un delineante. Husmear en su interior, sacar las tripas, los versos afectados; detectar el origen de su muerte, tal vez un sablazo, una tormenta de ideas, la ausencia. Esparcir sus sílabas por la mesa, por la fría mesa dónde descansan rimas ensangrentadas, pasos de libélula; y que el agua impune de los grifos se lleve por el desagüe palabras, consonantes, crepitados vocablos inservibles. Analizar las vísceras de la metáfora, determinar la hora exacta y el lugar de su sacrificio. Quién, como, por qué motivo; el tiempo que se requirió, las armas utilizadas, el silencio necesario para no ser descubierto, los atolladeros de papel por dónde transitó el poema aquel último día de su lectura, antes de ser acribillado sobre la papelera de plástico. Que nos pasen el informe de este cadáver de palabras inmediatamente; no es necesaria la firma ni su procedencia.

Monólogo del triste

Estoy triste, no sé muy bien cual es la causa, el motivo, las circunstancias; pero estoy triste, definitivamente triste y desolado. No sé si será el veneno, la ponzoña de las voces infectadas de los embusteros, si las noticias gangrenosas del telediario o la soledad compartida de esta ciudad sin pasillos ni aberturas. Es una tristeza sublime, caprichosa y testaruda; se atrinchera en la mañana y se desboca al anochecer, midiendo el tiempo con precisión y deshilvanando las cosas inconcretas sobre un manto de desidia y aburrimiento. No estoy enfadado, eso lo reconozco porque tengo las medidas de mi enojo bien pertrechadas y en orden concreto. No es enfado, ni ira, ni siquiera desolación o desanimo; tampoco estoy defraudado (cuando todo es falso y se reconoce no hay lugar para defraudarse, pues todo es un cómico escenario de teatro y farándula continuos) Insisto, estoy marginado en esta tristeza de abandono en las horas, de musitar tristes músicas y ca

Confesión

Sucumbir en la duda, en los pregones del miedo. Atolondrado coger el camino que nos intuye y que nos vincula con esta vida de brumas con la sobriedad de los espejos. Una fuga que se amortigua bajo el agua gangrenosa de los estanques. Nada he dicho, todo es una falsedad orquestada para sobrevivir, y en ello trabajo cada día, en ser más un hombre dócil que un niño infiel.

Moscas en la boca

Un rubor de alas invisibles palpita en la comisura de tus labios. Un rugido de patas minuciosas recorren tu rostro salpicado. Cientos de ojos, decenas de trompas succionan de tus párpados la agotada sal de las últimas lágrimas, la impasible mirada ausente, este marginal despropósito de quietud en que te apoyas. Un quejido de luz avienta el vuelo de las moscas, un golpe de sopor las hace huir por un instante mínimo y escaso. Retornaran tozudas y hambrientas a robar de tu boca el exiguo alimento, la dulce saliva que la muerte exige en las ascuas del último día, en sus fauces de sombra y olvido. Las constantes moscas, el proceloso zumbido de su empeño.

El coleccionista de tristezas

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Acaparo todas las tristezas, colecciono penas en carpetas de viejos colores agotados. Recopilo pesares, desesperanzas antiguas y nuevas desolaciones. Las reúno pacientemente y las voy colocando con mesura, evitando que alguna se rompa o se quiebre, no quiero perder sus brillos ocres y desgastados. Cuento las añoranzas por docenas, las coloco en orden de tamaño, intensidad e insistencia. Tengo la casa ocupada de lágrimas inútiles, de las desazones más perentorias, del humo oscuro del desamparo. No puedo evitarlo, recojo de las calles las muecas y las razones de los tristes, se agolpan en mis manos, desbordadas se apresuran a ocupar mis bolsillos, escalar por mis brazos y esconderse bajo mi camisa, muy cerca del espacio intercostal en que, temeroso y asustado, se oculta mi corazón. Colecciono penas y pesadumbres, incluso las protejo de su insistente compostura suicida, pero ya no queda espacio en la casa ni lugar seguro en mi cuerpo dónde colocar a buen recaudo la cálida y

Vestigios

La ropa tendida oreada al sol y el viento de las azoteas las pinzas de madera en los alambres con palomas y pantalones vaqueros La puerta metálica y el óxido que la devora insaciable su chirriar de mediodía y adolescentes sin licencia ni permiso saltando los muros impostores la pared humedecida de musgo y antigüedad Escrito está todavía que Juan quiere a Marta y que Marta nunca respondió bajo veinte capas de cal y veranos insaciables Bajar las escaleras de dos en dos peldaños deslizarse por la barandilla y que doña María nos grite desde la mirilla de su casa Despertar de la siesta a los vecinos y provocar el ladrido de los perros Llegar al patio de cinamomos y granados subirse a los árboles y de rama en rama buscar la mayor de las alturas la más intrépida de las acrobacias Herirnos las rodillas y llorar en silencio recurrir a las manos de madre a su ternura de algodones y agua oxigenada el soplo perfumado sobre la herida el vaso de agua milagrosa y

Lleno por favor

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Verá usted, llevo todo el día transitando y ya me avisó la reserva, cada vez encuentro menos gente, y no quiero llegar al final más solo que la luna. Así que me llena la calle hasta la boca del metro, si es posible. Necesito gente variada, sin toxinas ni aditivos, de todos los tamaños y grados. El sexo parejo y la edad diversa, aunque le confieso que me haría mucha ilusión ver unos cuantos niños correteando por las aceras, pero sin molestar. Me avisa cuando esté en su punto, debo terminar este tránsito de tarde y necesito el bullicio de las voces, los pasos acelerados y las miradas huidizas. Esos señores de corbatas y maletines negros, como que me los quita de ahí, dan mala presencia. Mejor los entra en los comercios de lujo y los deja un rato, macerando, hasta que yo le diga. Me interesa algún mendigo o vagabundo en cuclillas, pidiendo unas monedas o algún bocadillo, pero que no provoque a los niños ni asuste a las mujeres. Sencillo, incluso agradable y t

Declaración de amor importuno

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Ahora sólo duele un poco pero llegará el día que el dolor sea insoportable que su mordedura de fiebres y espasmos marcará mi piel y apretará mis dientes Será un abrir de carnes y ojos desencajados del grito en el corazón y las manos en puños vivos Será el duelo de las noches de insomnio del sudor en las sábanas y el despojo descontrolado de este hombre en guerra con sus designios Entonces cuando sea el día del dolor y la ausencia no tengas piedad con este cuerpo en desahucio con su impuesto descalabro y sacrifica mi carne y mi memoria como se hace con los caballos heridos y los perros moribundos Entonces aplica el veneno sin demora apaga las máquinas desobedece las plegarias alíate con la muerte si es preciso y dame descanso prívame del desorden de mi sangre y desenchufa mi corazón de este vivir en agonía No esperes demasiado imploro a tu amor y tu ternura desconéctame ahora que aún resido en mi recuerdo que aún aguanto tu mano y me sostengo en tu