Acaparo todas las tristezas, colecciono penas en carpetas de viejos colores agotados. Recopilo pesares, desesperanzas antiguas y nuevas desolaciones. Las reúno pacientemente y las voy colocando con mesura, evitando que alguna se rompa o se quiebre, no quiero perder sus brillos ocres y desgastados. Cuento las añoranzas por docenas, las coloco en orden de tamaño, intensidad e insistencia. Tengo la casa ocupada de lágrimas inútiles, de las desazones más perentorias, del humo oscuro del desamparo. No puedo evitarlo, recojo de las calles las muecas y las razones de los tristes, se agolpan en mis manos, desbordadas se apresuran a ocupar mis bolsillos, escalar por mis brazos y esconderse bajo mi camisa, muy cerca del espacio intercostal en que, temeroso y asustado, se oculta mi corazón. Colecciono penas y pesadumbres, incluso las protejo de su insistente compostura suicida, pero ya no queda espacio en la casa ni lugar seguro en mi cuerpo dónde colocar a buen recaudo la...
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