El dador de olvido

La calle aún padecía el paso reciente del ganado. La leve lluvia empezaba a formar pequeños charcos en las zonas con mayor desnivel. La casa surgió tras el portón ennegrecido del pajar. Dos ventanas estrechas y largas que casi besaban el suelo custodiaban la puerta dividida, cuya parte superior se encontraba semi abierta y por la que asomaba timidamente la tela de una cortina oscura y gruesa.

Golpeé dos veces la madera tosca y al instante asomó el rostro de una mujer curtido por el viento y el sol. Un pañuelo negro cubría sus cabellos blancos. Sus ojos, perseguidos por unas incipientes cataratas, me miraron con desvelo, como atisbando una sombra irreconocible.

- Buenas, ¿vive aquí don Mauro?, vengo para olvidar.

La mujer se retiró tras la cortina y al instante abrió la otra mitad de la puerta, apartando la tela de mi camino y ofreciéndome el paso. Con la mano me indicó un asiento de madera tallada en el pasillo, bajo el cuadro de una virgen que fui incapaz de localizar dentro del excelso santuario de vírgenes existente.

Enfrente, sobre un aparador humilde, cuatro velas blancas iluminaban el trozo de pasillo en el que me encontraba esperando. Tras las velas, un espejo sin marco reflejaba las cuatro llamas, y un poco más lejos mi propio rostro se dibujaba algo desfigurado.

No recuerdo el tiempo que duró la espera. Cómo antesala de un misterio por descubrir fui incapaz de descifrar el tiempo en aquella estancia.
Pero al final volvió la mujer arrastrando sus pies de edad y agotamiento. Me indicó de nuevo que la acompañara.
Al final de pasillo, otras cortinas grises y melancólicas daban paso a una habitación sencilla. Una mesa redonda, cuatro sillas de madera vieja, una cómoda de color indescifrable pero oscuro que sostenía un crucifijo de bronce.
En una de las sillas estaba aquel viejo del que me habían hablado. El dador de olvido, capaz de hacerte perder de la memoria todo atisbo de recuerdo sobre algo, o alguien, que no deseas recordar ya más.

- Siéntese joven. ¿Qué desea?
- Olvidar
- ¿Está seguro?
- Si, totalmente seguro.
- ¿Y conoce el manejo?
- ¿...el qué?
- El precio...
- Bueno, no hay problema, tengo dinero
- No es eso lo que se pide a cambio
- ¿...no?
- No
- ¿Y qué es entonces lo que necesito para pagarle?
- No es un pago, joven, es un trueque
- ¿...un trueque?
- si, a cambio de que olvide eso tan desagradable, también debe olvidar un recuerdo amado, ¿no sé si me comprende?.
- Bueno, creo que sí...
- Piense bien entonces si está seguro de querer olvidar...
- Estoy plenamente seguro,... y no me importa el precio.

Aquel anciano se levantó, fue hacia la cómoda, abrió un cajón y sacó un papel y una pluma negra, como de un cuervo o algún pájaro parecido.
Luego, de otro cajón, extrajo un tintero.
Puso todo en la mesa, frente a mí.

- Joven, escriba con esta tinta y esta pluma el nombre de lo que quiere olvidar, o de a quién quiere olvidar. Pero debe hacerlo de un sólo trazo y sin equivocarse. Si no lo hace bien, no podré ayudarle.

Cogí la pluma negra, mojé su punta en la tinta, y escribí el nombre completo de mi padre.
Cuando acabé puse el papel al otro lado de la mesa dónde me esperaba el viejo.

- Bien, no hay error. De aquí a 16 horas habrá olvidado. Pero ahora debe decirme al oído que recuerdo o persona amada debe, igualmente, olvidar para compensarlo,... y recuerde que sólo puede hacerlo con algo o alguien verdaderamente valioso para usted, y no podrá engañarnos. Piénselo un rato si quiere, y luego me lo dirá.
- No es necesario, puedo decírselo ya.

Levemente me acerqué a su cabeza pequeña, a su oído derecho, mis labios casi rozaban sus cabellos canos, más bien amarillos, y le susurré...

- Mi padre.

Comentarios

  1. Muy bueno tu texto, como todo lo que he leido de ti. Habrá por ahi algún dador de olvido? Tal vez los políticos tienen a uno a su servicio. Y por supuesto que no me enfadé, lo que pasa es que cuando viajo a ver a mi familia me desconecto. Cómo voy a enfadarme de ti, persona hermosa?

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  2. Bueno, tampoco yo andé ligero en mi respuesta, pero es que este blog lo trabajo menos y también estuve fuera estos días. Gracias por tus comentarios y yo también te guardo afecto y admiación.

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