Autopsia

Abrirlo,
escalpelo en mano,
con la finura de un delineante.
Husmear en su interior,
sacar las tripas,
los versos afectados;
detectar el origen de su muerte,
tal vez un sablazo,
una tormenta de ideas,
la ausencia.

Esparcir sus sílabas por la mesa,
por la fría mesa dónde descansan
rimas ensangrentadas,
pasos de libélula;
y que el agua impune de los grifos
se lleve por el desagüe
palabras, consonantes, crepitados
vocablos inservibles.

Analizar las vísceras de la metáfora,
determinar la hora exacta
y el lugar de su sacrificio.

Quién, como,
por qué motivo;
el tiempo que se requirió,
las armas utilizadas,
el silencio necesario para
no ser descubierto,
los atolladeros de papel
por dónde transitó el poema
aquel último día
de su lectura,
antes de ser acribillado
sobre la papelera de plástico.

Que nos pasen el informe
de este cadáver de palabras
inmediatamente;
no es necesaria la firma
ni su procedencia.



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