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Mostrando entradas de septiembre, 2010

Rendición primera

No tengo ninguna fe ni un reducto insurgente de la esperanza de ayer ni tan siquiera las migajas derramadas por los abrazos o las gotas del mercurio azul de una sonrisa No me quedan ya las esporas de lo cotidiano ni las tareas secretas del pecado o la avanzadilla silenciosa de las miradas Ya claudicó el tiempo de la espera los pasos firmes la voz rocosa el silencio irrenunciable de las tardes el canto brevísimo del bosque o el crujido marino de los ocasos No tengo ninguna fe no me queda pasión ni retorno y amanece sin más cualquier día en que extraño indiferente la leve lujuria de esta piel herida.

Indicios del desaliento

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Parte de las cosas que se aproximan no me pertenecen son retales de un descuido porciones de soledad que un día -hace tanto tiempo- quedaron prendidas de una memoria exhausta entre los vórtices del olvido. Todo eso que se acerca -amenazante- no lo busqué en medida alguna parecen sombras que traiga un otoño próximo tormentas lejanas que nos muestran sus relámpagos de horizontes oscuros Pero sin poder evitarlo ya están aquí con su áurea de potestad sobre todas las cosas y todas las miradas con su peculiar manera de sujetarnos de intentar huir sin demora cuando ya nos aprisionan y se apoderan del día y de nuestros ojos para mirar de otra forma para no reconocer otra luz que su luz -sombras taciturnas- otra verdad que la verdad que nos anuncian -la falsa procesión de los suburbios- ...y ya están aquí y me nombran pero no son mías lo juro nunca antes las conocí jamás pude reconocerlas