Vestigios

La ropa tendida
oreada al sol y el viento de las azoteas
las pinzas de madera
en los alambres con palomas
y pantalones vaqueros

La puerta metálica y el óxido
que la devora insaciable
su chirriar de mediodía y adolescentes
sin licencia ni permiso
saltando los muros impostores
la pared humedecida de musgo
y antigüedad

Escrito está todavía
que Juan quiere a Marta
y que Marta nunca respondió
bajo veinte capas de cal
y veranos insaciables

Bajar las escaleras
de dos en dos peldaños
deslizarse por la barandilla
y que doña María nos grite
desde la mirilla de su casa
Despertar de la siesta a los vecinos
y provocar el ladrido de los perros

Llegar al patio de cinamomos y granados
subirse a los árboles y de rama en rama
buscar la mayor de las alturas
la más intrépida de las acrobacias

Herirnos las rodillas y llorar en silencio
recurrir a las manos de madre
a su ternura de algodones y agua oxigenada
el soplo perfumado sobre la herida
el vaso de agua milagrosa
y el beso profundo
intangible
desbocado
sobre la frente sudorosa
contra el pánico de vivir
constantemente

Solo queda ese vestigio de aire en sus labios
del calor agridulce de sus manos
la estancia dónde habitaba un niño enjuto
indefenso
refugiado en el abrazo de una madre
de luces eternas
de huellas imborrables

Comentarios

  1. En tus versos, como regalo envenenado del tiempo, está el óxido devorando la aplazada respuesta de Marta, las rodillas heridas, la estancia polvorienta. Lo escribo después del viaje, con retorno obligado,que tu capacidad evocadora me ha pagado gratis durante unos minutos.
    Un abrazo

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  2. Amigo Amando, espero que el viaje haya sido de tu agrado... en caso contrario dirigirse al departamento de reclamaciones... o sea se, a este servidor. Gracias siempre por tus palabras. Saludos.

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