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Mostrando entradas de julio, 2012

Gritos en la almohada

Ya te dije que es inútil hablarle a la almohada ¿por qué le gritas? La noche está cargada de ruidos de mosquitos que zumban sobre mi cabeza de coches que cruzan la calle con su música estridente y su claxon incontrolado Ya te dije que hablas en sueños pero que no entiendo lo que dices que me golpeas enojada sin que haya culpa para ello Bueno que sueñas y te mueves inquieta gritas a la almohada me abrazas y a veces lloras sin lágrimas Se que mañana no recordarás haber gritado ni el llanto seco de tus sueños Algún vecino pensará que te he matado llamará a la policía y habrá que aclarar el malentendido o tal vez no sea así me despertaré y no estarás como ayer que pasé toda la noche buscándote gritando a la almohada empapada de sudor y lágrimas invisibles.

Península en llamas

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Arde la tierra y sus fronteras. El bosque arde sin estridencia, en silencio, como si un camino nuevo le cruzara el follaje y la memoria de siglos al sol. Arde la tarde, también, bajo el mirar incendiado de los pájaros, de su imposible posar el vuelo sobre el humo que atrapa la luz y la esconde. Arde la longitud del ocaso, la linea del horizonte ya perdido, el agua caldeada de los estanques, los puentes y los ríos (que reflejan las llamas, su rojiza iridiscencia). Hay un corazón grabado con dos nombres en el tronco de un árbol que arde sin piedad y sin pausa. Quebrado el corazón, oscuro de cenizas, desfallece el tronco que se dobla, se hace astillas negras, se derrumba sobre el suelo camuflado de fuego y soledad. Arde paciente el valle, la loma dónde reposa una casa que se incendia, se nubla de gris el cielo azul de verano y se abren tempranas columnas de humo y de muerte. Una península en llamas y desesperanza. El desequilibrio de lo vital y lo perecedero. Desde el sur al