Indicios
A veces me cruzo en la calle con alguna mujer y nos miramos. En un instante brevísimo nuestras pupilas coinciden y una especie de tacto eléctrico sacude mi corazón.
En ese momento se nutre mi cabeza de una historia vieja de amor y pasión que, con certeza inexcusable, sé que jamás, nunca, sucedió.
Otras veces un rostro que creo conocer, me sorprende en el metro, en el vehículo detenido a mi lado, en alguna fotografía que alguien me muestra, o en el reflejo cristalino de los escaparates. Y mi mente analiza y busca en los archivos de la memoria sin solución aparente, pero con el frágil anhelo de haber vivido otra vida en la que ese rostro me reconocía.
Alguien camina delante de mí, a escasos metros, y su espalda y su andar me recuerdan a quién amé, y por un instante creo que he gritado su nombre. Pero nadie me contesta, ni aquella figura se vuelve a mirar. Se pierde tras una esquina y desaparece para siempre.
Una voz al teléfono me hace temblar, pero no es la voz que esperaba, ni las palabras que quisiera haber escuchado.
A veces me cruzo en la calle con la mirada de una mujer que no conozco y que al momento me ignora.
Llego a pensar que quizás ella me miraría de la misma forma, como si fuera un total desconocido, pero que eso, sólo eso, me bastaría.
En ese momento se nutre mi cabeza de una historia vieja de amor y pasión que, con certeza inexcusable, sé que jamás, nunca, sucedió.
Otras veces un rostro que creo conocer, me sorprende en el metro, en el vehículo detenido a mi lado, en alguna fotografía que alguien me muestra, o en el reflejo cristalino de los escaparates. Y mi mente analiza y busca en los archivos de la memoria sin solución aparente, pero con el frágil anhelo de haber vivido otra vida en la que ese rostro me reconocía.
Alguien camina delante de mí, a escasos metros, y su espalda y su andar me recuerdan a quién amé, y por un instante creo que he gritado su nombre. Pero nadie me contesta, ni aquella figura se vuelve a mirar. Se pierde tras una esquina y desaparece para siempre.
Una voz al teléfono me hace temblar, pero no es la voz que esperaba, ni las palabras que quisiera haber escuchado.
A veces me cruzo en la calle con la mirada de una mujer que no conozco y que al momento me ignora.
Llego a pensar que quizás ella me miraría de la misma forma, como si fuera un total desconocido, pero que eso, sólo eso, me bastaría.
A lo mejor o a lo peor, es que estas cosas suceden porque las hayas vivido antes. Que horror, prefiero la idea de que te puedes reencarnar en un gorrión, me parece más agradable. Otra vez en una persona, no por favor.
ResponderEliminarA veces, yo tengo indicios de que la vida me mira como si me conociera.Por fortuna, son sólo indicios.
ResponderEliminarGracias a ambos por vuestros comentarios. No es cuestión de reencarnarse (que en ese caso estoy con el gorrión antes que con otra vida entera aguantando la estupidez humana), es cuestión de recuerdos, de ausencias, de amor no compartido, pero son sólo indicios, intuiciones, sombras que se desvanecen; o como dice Amando, la vida que mira como si nos reconociera, pero seguimos siendo anónimos pasajeros del mundo. Un saludo.
ResponderEliminar