Crónica primera.

Miraba sus rodillas anchas, sus piernas de humo rodear mi cintura con una presión casi infinita.
Así, arremolinada a mi cuerpo parecía una enredadera que luchaba por conquistar un territorio baldío, inseguro.
Aún sentía la húmeda consolidación del sudor en la piel. Un picor reconocible en los pliegues de mi cuerpo recordaban, generosamente, que la lucha nocturna había resultado satisfactoria, liberalizadora, un pequeño milagro del que el olvido o la desmemoria, o la resaca, se habían encargado de borrar suave pero drácticamente de mi memoria.

Me liberé de sus estiradas piernas con la suavidad que mi torpeza permitia. Atravesé la habitación tropezando con la ropa tirada por el suelo. ella, impasible en su dormitar casi eterno, apenas respiraba con la premura y la delizadeza del zumbido de una abeja, a veces de un pájaro que posa su vuelo en la rama más alta del árbol.

Comentarios

  1. Hola amigo, gracias por el comentario que dejaste en mi blog. La muerte siempre es una daga. He leido tu texto, muy bueno como todo lo tuyo. Besos.

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  2. Enhorabuena...como orgullosa Pacense y Extremeña,te seguire tambien en este blog,aunque sea mas asidua de TU Palabra Vertical...Saludos desde mas allá de nuestra TIerra.

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