Estoy cansado
Cansado de muchas cosas y de muchas opiniones, de ciertos crispados comentarios y de certezas sin fundamento. Cansado del odio y de la ira. Cansado de la ceguera y la sordera (de las mías propias también) y de la violencia (verbal y física). Este no es el mundo que soñó un niño, por el que luchó un joven, en el que sobrevive este hombre cansado, este ocupante sin esperanzas. No tengo opiniones rotundas sobre nada, porque de todo sé, acaso, una mínima cosa. No digo sentencias ni afilo mis uñas contra nadie, porque de nadie sé, apenas, una sombra de sus vidas. No sigo a ningún credo, porque de las creencias invidentes conozco, tal vez, un par de párrafos y algunos discursos incongruentes. Soy torpe, lo sé, pero me fío más de mi intuición que de los reflejos dorados en las corazas de los salvadores. No entro en disputas políticas (alguna vez lo hice y me arrepiento) porque hace siglos que la usura, el deterioro y la gangrena capitalista envenenó los pilares de la sociedad y